Desde
el punto de vista cromático, María
Morena es una rareza. Manuel Berenguer se desvía por primera vez de los
azules y los rojos intensos para apurar grises y marrones. El bermellón y el
azulón, colores predominantes hasta ahora en la producción en Cinefotocolor, se
reservan casi exclusivamente para el vestuario de la protagonista. Una faja o
una falda aportan la nota de color. Pero negros, ocres, tierras, grises e,
incluso, blancos son los registros predominantes a lo largo del metraje.
El
primer plano enfático de la estrella en Cinefotocolor corresponde en esta
ocasión al villancico, con lágrima de glicerina y todo. Los cambios de registro
que se le piden -coqueta, pizpireta, enamorada, levantisca, marcada por la
herida del pasado…- se manifiestan a todas luces excesivos para sus dotes como
intérprete. El galán, José María Mompín, resulta excesivamente blando como hijo
vengador.
Decía
Forqué que las pocas alegrías que les dio la película nacieron del reto mutuo
que suponía la codirección:
—¿A que no eres capaz de
rodar esta canción en un solo plano?
—Y si te coloco la
cámara junto a la lámpara, ¿cómo resuelves tú esta toma?
No
en vano, Lazaga ha dado sus primeros pasos profesionales junto a Carlos Serrano
de Osma. Este sentido juguetón y, a la par, sofisticado, ajeno por completo a
la historia que se está contando, está presente desde el principio en María Morena: sombras, ángulos
enfáticos, un travelling de retroceso antes de que “El Sevillano” abra la
puerta a la horda, la cámara en el suelo, junto al cadáver en primer plano,
cuando su mujer llega al lugar de la tragedia...
Más
adelante, la llegada de María Morena al lugar del crimen es una muestra de la
convicción formalista de la pareja directorial. De los planos escenográficos de
la serranía de Ronda que la protagonista recorre con sus amigos Frasquita (Purita Alonso) y Relámpago (Julio Riscal), pasamos por corte a un decorado construido
en estudio, con un forillo anaranjado por cielo y unos arbustos cuyas hojas son
tan grises que parecen de plata. A pesar de que María Morena retrocede
atemorizada unos pasos cuando descubre una sombra en la puerta, la cámara -¿su
deseo?- avanza por entre el follaje para descubrir a Fernando. La alternancia
de planos de situación en exteriores naturales seguidos de maquetas y planos en
estudio es continua. Esto otorga una cualidad artificial al conjunto. En el
prólogo, un trampantojo ironiza sobre la convención del Cinefotocolor de
recurrir a los decorados: un travelling de avance hacia la casa -que es, con
toda evidencia, una maqueta- se yuxtapone por corte con el belén que “El
Sevillano” prepara con su hijo.
Entre
los chistes, otro travelling, esta vez en tres tiempos subrayado por tres
frases musicales altisonantes que se acerca al rostro de Fernando mientras
intenta desenmarañar la madeja de los recuerdos. O la escena en que Cristóbal
intenta violar a María Morena, que está construida sobre un travelling frontal
de avance y el de retroceso correspondiente al punto de vista de Cristóbal.
Lazaga
ha sido solicitado el permiso de rodaje el 22 de agosto de 1951 como apoderado
de la productora. La censura previa aconseja especial cuidado en el tratamiento
de los besos y en una escena en la que la protagonista debía bañarse en el río,
situada probablemente a la altura del encuentro con el galán. Ariel maneja, al
menos nominalmente, un presupuesto bastante abultado; 5.850.124,95 pesetas.
Claro que Paquita Rico, la estrella del Cinefotocolor, cobra a estas alturas
600.000 por película. Las partidas atribuibles al procedimiento de Daniel
Aragonés son el canon, que ha pasado de las habituales 400.000 a medio millón
de pesetas, los 40.000 metros de negativo de imagen y otros tantos de positivo
para el copión de montaje, amén de una partida de 72.300 pesetas para material
de iluminación “complementario para color” consistente en “3 arcos automáticos”
y un grupo electrógeno procedente de No-Do.
Sin
embargo, el recurso de Ariel hace mella en la Administración y el 16 de mayo de
1952 se revisa la clasificación, otorgándole la Primera categoría, con el
correspondiente permiso de doblaje adicional. En virtud de su procedimiento de
color María Morena forma parte de la
representación española en la edición de 1952 en el Festival de Cannes junto
con Surcos (José Antonio Nieves
Conde, 1951) y Parsifal. En su
crónica del festival para la “Revista
Internacional de Cine” Gómez Tello destaca la primera como película
realista “de tesis” y la segunda por su “ambientación artística”. María Morena, “aparte de valores
folklóricos sugestivos, interesó por el progreso industrial que acusa”. Los diarios locales
también se hacen eco de la representación española. Pierre Montaigne escribe en
“L’Espoir” de Niza, que “junto a bellísimas
imágenes, se observan también cromos detestables”.
María
Morena (1951)
Productora: Producciones Cinematográficas Ariel – Miguel Herrero (Barcelona)
Directores: Pedro Lazaga, José María Forqué.
Fotografía:
Manuel Berenguer. Productora: Producciones Cinematográficas Ariel – Miguel Herrero (Barcelona)
Directores: Pedro Lazaga, José María Forqué.
Intérpretes: Paquita Rico (María Morena), José María Mompín (Fernando), Rafael Luis Calvo (Cristóbal), Félix de Pomés (Juan Montoya), Alfonso Muñoz (Don Chirle), Consuelo de Nieva (María Pastora), Julio Riscal (“Relámpago”), Francisco Rabal (“El Sevillano”), Luis Induni (Romero, el tabernero), Carlos Ronda (el sargento), Modesto Cid (el anciano en la taberna).
Color por Cinefotocolor. Normal. 82 min.
Estreno: Sevilla: 25 de enero de 1952; Madrid, Pompeya y Palace: 2 de junio de 1952.
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