martes, 9 de abril de 2013

Barcelona, templo de amor y de paz


Barcelona, templo de amor y de paz se abre con una panorámica de Barcelona desde Montjuich. Es una vista habitual en los documentales industriales rodados en la Ciudad Condal, en la que se descubre la relación de la urbe con el mar y la comunión de las torres de edificios religiosos y civiles con las chimeneas que simbolizan la industria y el desarrollo. En la plaza de Cataluña ondean las banderas de todos los países asistentes [al XXXV Congreso Eucarístico Internacional] y se yergue una gran cruz sobre una columna blanca. Con tan escueta yuxtaposición de planos se relaciona la ciudad como escenario de un evento religioso e internacional. Esta insistencia en el fin del aislamiento español se ve refrendada en la siguiente secuencia. No aparece en ella ninguno de los protagonistas sino unos barcos anclados en el puerto. El primero es el Conde de Argelejo, construido por la Empresa Nacional Elcano apenas tres años antes para la Compañía Transatlántica Española para la que realizaba la línea Barcelona – Canarias – Centroamérica – Cuba. Es el más moderno del que dispone la flota mercante española y en el que han viajado los peregrinos cubanos. Obviando la presencia de buques argentinos, italianos y franceses, la locución y el montaje nos trasladan de la bandera rojigualda del buque español a la enseña norteamericana que ondea en la proa del Constitution y, mediante una panorámica que recorre las maromas, al Independence. En ellos han viajado mil trescientos congregantes, entre los que ocupa el primer lugar el cardenal Francis Spellman, arzobispo de Nueva York. Una vez más, la conexión norteamericana es pieza clave del aparato propagandístico del Régimen.

La locución corre a cargo a Juan Manuel Soriano, doblador habitual de Conrado San Martín, narrador de Érase una vez..., y actor en En un rincón de España. Tiene toda ella esa impostación liricoide tan cara al No-Do: los pañuelos son bandadas de palomas que agitan sus alas en la Plaza de Cataluña, las torres de la catedral, flechas lanzadas hacia el cielo… Pero, sobre todo, la narración subraya con tenaz machaconería el concepto de “primer congresista de España”, en una figura retórica análoga a la de “primer peregrino”, popularizada por No-Do durante la visita de Franco a Santiago de Compostela en 1943. Franco es descrito también como “escogido instrumento de la providencia” y otros piropos que el noticiario oficial habían convertido en lugar común. Sólo en dos ocasiones el sonido directo sustituye a la omnipresente locución. Se trata del momento en que el prelado barcelonés da la bienvenida al Arzobispo de Toledo, al de Tarragona y al Cardenal Spellman y, hacia al final, cuando podemos escuchar la voz –casi un graznido- de Tedeschini transmitiendo a los congresistas en castellano el mensaje del papa Pío XII. La locución orienta una vez más la lectura: “la sola panorámica de la plaza y sus alrededores será suficiente para hacerse una idea de la grandiosa realidad de fe que han vivido Barcelona y el mundo católico en impetración de la paz”.

Aparte de algunos desfases de color y del habitual tono verdusco de los cielos, los principales problemas que plantea el Cinefotocolor son su “ceguera” para el amarillo y la necesidad de luz. Las carencias en la reproducción del gualda se hacen patentes en las numerosas banderas nacionales que adornan edificios, balcones, calles y buques. La falta de luz incide en las condiciones de rodaje, como el recorrido por las calles en coche descubierto del cardenal Tedeschini, que tiene lugar al anochecer.


Barcelona, templo de amor y de paz (1952) 
Productora: Orphea Film – Cinefoto (Barcelona) 
Director: José Luis Pérez de Rozas. 
Fotografía: José Luis Pérez de Rozas.
Documental. Locución: Juan Manuel Soriano.
Color por Cinefotocolor. Normal. 21 min.
Estreno: Barcelona, Publi: 27 de septiembre de 1952.


  

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